ESTRÉS EN ENERO - INICIO DE AÑO 2/3

19.01.2022 15:59

Hablando de la adicción a las hormonas de la felicidad por las que estamos dispuestos a apostar todo a un milagro irreal cabe destacar también que hay un efecto curioso respecto a cuando decidimos diseñar un camino sereno, planificado con inteligencia, progresivo y sensato.

 

Y tiene de nuevo que ver con esta respuesta fisiológica del bienestar aunque ya no tanto con la respuesta hormonal al pedaleo, al esfuerzo, a la actividad diaria que me hace renacer, conectar conmigo misma y resituarme más llena de fuerza y energía en el mundo real.

 

Y es que no debemos olvidar que nuestro organismo infinitamente complejo tiene ciertas máximas sencillas que lo rigen. Entre ellas el saber que la respuesta fisiológica a salir en un entreno por un paisaje increíble en que disfrutamos y nos retamos a nosotros mismos no es en si mismo lo que acaba provocando esa sensación de placer en el cerebro. No es el paisaje, es el estímulo que para nosotros supone.

 

Cuando descodificamos las palabras y podemos hablar de estímulos podemos ser muchos más conscientes de dónde están y como nos afectan todos ellos. Es obvio que si hago un entro de series percibo el estímulo que ese esfuerzo supone y veo fácil donde surge. Es obvio que si pruebo un rico plato de pasta percibo el estímulo y sé de dónde viene. Sin embargo la mayor parte (muy, muy mayor) de los estímulos que recibimos diariamente nos pasan desapercibidos en nuestra parte consciente.

 

Durante los últimos años, en nuestra sociedad, hemos aprendido a convivir con un mundo digital diseñado específicamente para poder utilizar nuestros procesos cerebrales a su beneficio. Es muy interesante el documental “el dilema de las redes sociales” sobre como se escuadriña todo nuestro movimiento en redes EN FUNCIÓN DE NUESTRAS RESPUESTAS.

 

Es en esa vorágine de información inasumible para nuestra capacidad consciente que el fenómeno de los sesgos cognitivos (que nació como una necesidad evolutiva para emitir juicios inmediatos y para responder ágilmente ante determinados estímulos, problemas o situaciones, que por su complejidad nos resultaría imposible procesar completos, y que enfrentamos a través de los sesgos haciendo un filtrado selectivo o subjetivo) toman el control absoluto ya que como hemos hablado antes muchas veces, en el mundo rápido e inagotable de hoy en día se nos ha privado de lo más vlioso que tenemos como especie, el tiempo y la fuerza para pensar y reflexionar sobre nosotros mismos y la realidad que nos rodea. Así, con una notificación tras otra, un tuit tras otro, una foto tras otra a una velocidad absolutamente imposible, los sesgos nos hacen decidir más rápido y tomar decisiones intuitivas. La inmediatez que esa notificación vuelve perenne no permite el análisis racional no sólo de lo que estamos recibiendo si no también de por qué sentimos lo qué sentimos ante ello.

 

Los y las deportistas amateurs, como todos los sapiens, son prisioneros de esa inmediatez, de sus propios sesgos cognitivos y de las respuestas fisiológicas provocadas por éstos y volvemos, con esto, al inicio. Prisioneros a la droga de las hormonas de la felicidad que como seres sociales, se “activan” también cuando somos reconocidos por nuestros semejantes, cuando se nos valora y se nos considera parte importante del grupo.

 

Es ahí donde, cuando una planificación deportiva inteligente y progresiva que nos conduzca a superar nuestros límites y a lograr cruzar cada meta que nos hayamos propuesto comienza su andadura, aparece el “estrés”, ansiedad que no es más que el no saber convivir con la angustia que nos genera el no saber parar para analizar correctamente el presente. Haber olvidado eso es muy lucrativo para las empresas del otro lado de la pantalla pero a nosotras, las personas, nos condena a pasar cada momento presente por el filtro de la expectativa futura o por el filtro de otro ser humano que no soy yo mismo.

 

Así pues es clave aprender a tomar el control de la propia mente. Un camino bien diseñado, racional, con unos correctos parámetros de progresión y que se ande sin prisa PERO SIN PAUSA, poniendo en el centro los valores de inteligencia, perseverancia, constancia, confianza en uno mismo (y tu entrenador), ilusión y motivación SIEMPRE CONDUCIRÁ AL ÉXITO. Porque ese camino ya es un éxito en si mismo.

 

Valorar la importancia, por ejemplo, de un entreno en llano que nos permite trabajar con pulsaciones bajas y controladas, automatizar un correcto gesto del pedaleo y tener una adaptación cardiovascular coherente al principio de progresión nos permite sentir la satisfacción personal que cualquier otra situación que hemos aprendido que es “fabulosa”. Por que buena, mala, maravillosa, terrible… son palabras que expresan un juicio de valor, no una realidad y tenemos que ser muy conscientes que son nuestros juicios quienes nos limitan o liberan. Aunque pensemos que los “kudos”, los “megusta” o los “comments” son lo que nos limitan o liberan, es en realidad el juicio que hacemos de nosotros mismos con respecto a esos estímulos lo que lo hace. Y del mismo modo que hemos aprendido a querernos según vemos un reflejo en una app, podemos desaprender y reaprender a valorar lo que hacemos, lo que nos hace ser quien somos fuera de la esclavitud actual de la imagen irreal e irrealizable que las redes sociales, la publicidad, etc. imponen.

 

Es normal que quieras hacer más, estás con ganas, vienes de un montón de tiempo haciendo otras cosas, han pasado las fiestas y te apetece volver a disfrutar de la bici. Por supuesto es lógico. Pero hacer de más no es disfrutar de la bici. Es hacer lo que crees (porque en tus redes sociales te lo han marcado (whatsapp es una red social recuerda)) que es lo mínimo para que cuente.

 

Y eso no es así, una sesión de fitness cuenta, los estiramientos diarios cuentan (y mucho), un entreno técnico cuenta, los recoverys cuentan… No es hacer poco. Es hacer diferente y si realmente quieres disfrutar de crecer, no olvides disfrutar de cada escalón que subes porque cada uno tiene mérito y todos son imprescindibles para llegar a los más alto.   

 

M. Pasalodos Vaya

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