EFECTOS SECUNDARIOS Y REFLEXIONES
Ola de calor. El infierno en la tierra. No son los grados o la humedad. Son los efectos secundarios.
Llevo años sin poder salir de casa desde la primavera hasta el invierno. Cuando hace frío sólo tengo que ponerme ropa de verano y la cosa mejora un poco. Al revés no hay salida.
No puedo explorar el mundo, no puedo aprovechar las vacaciones de mis hijes o de mi pareja para viajar, aunque sea a la ciudad de al lado, para buscar historia en la arquitectura, presente en el urbanismo o futuro en la naturaleza. Para hacer aquello que le da sentido a mí vida con un 65% de discapacidad intelectual: bucear en la cultura.
No se trata de ir lejos, recuerdo que tras el confinamiento nos pilló un aniversario de bodas sin poder salir de la comarca. Fue increíble descubrir todo lo que tenemos a un paso de casa. Realmente inspirador.
Pero en los últimos dos años no es sólo el calor del ambiente, es cómo y hasta qué punto de profundamente me afecta. El sistema digestivo está absolutamente descontrolado, subir la compra del coche o intentar fregar el suelo son ratos y ratos sentada en el wc totalmente descompuesta sin poder controlar esfínteres en absoluto. La regularidad de la regla se perdió en junio y los dolores de riñones, los mareos o los cambios de humor propios de los días de menstruación surgen cuando menos lo esperas sin motivo aparente. Hoy sangras y mañana no y pasado ya veremos y luego 40 días sin regla y de pronto 15 desangrándome.
Sí, he ido al médico. Tengo suerte dónde vivo y ya me han realizado estudios completos y me han derivado a ginecología. En los estudios no sale nada raro. Por ahora a continuar.
Lo más triste es tener que pensar que tengo que estar agradecida y tranquila por estar así. Y lo estoy, de verdad. Sé que soy muy afortunada. Obviamente nadie tiene la culpa de que yo naciera con un trastorno complejo de tratar en mi caso. Agradezco sobre manera tener seguimientos médicos, ayudas de todo tipo y sé que tengo mucha suerte de haber nacido y vivido dónde lo he hecho. Lo sé. Sé que hay un millón de casos peores, que la vida es cruel para todos, que es complicado salir adelante.
Pero aún así pienso que para una especie que ha llegado tecnológicamente a dónde a llegado esto no es vida. No está bien. No es justo. Ni para mí ni para nadie más.
Yo en este momento no puedo hacer actividad física, duermo entre 13 y 14 horas diarias y ni las más básicas de mis responsabilidades puede llevarlas a cabo. En el mundo de la autoayuda, dónde todo es posible si quieres de verdad esto conlleva que no sólo tenga una vida dura si no que tenga que sentirme culpable de vivirla así. Al fin y al cabo ¿está en mi mano? ¿Cómo puede ser que un individuo solo contra un sistema completo no pueda? Para los gurús diarios de Tik Tok está claro que el problema soy yo puesto que el mundo entero se reduce al individualismo más exacerbado.
Mientras tanto, mis circunstancias conllevan además 2 ó 3 conjuntos de ropa diarios a lavar por el sudor y compras en sitios éticamente reprobables porque 40 kilos extras, estoy gordísima en este momento, (Gracias por recordármelo al ciclista que me lo chilló el otro día cuando le afeé que se saltaran el semáforo en rojo de la carretera de Rubí (Recordad que no se puede escapar hoy por hoy de frases como “no hay presión social” y “estoy gorda porque quiero” y otras máximas falsas (y de mierda))), después no puedo permitirme otra cosa, máxime cuando he de cambiarme 3 veces mínimo al día.
Teniendo que enfrentarme a que no me gusta lo que tengo que hacer para vivir con los máximos minutos confortables. Duchas constantes con el gasto agua que supone, buscando refugios climáticos con aire acondicionado con el gasto energético que supone, ropa procedente de China con la explotación de otras personas que eso supone…
Y sí, agradecida. Porque entre todas esas personas que viven una emergencia climática en sus países por nuestros abusos habrá muchas enfermas como yo pero que tengan que joderse. Y lo mismo para aquellas que sufren regímenes dictatoriales machistas, homófobos, etc. que se lucran con nuestro gasto sin miramientos en combustibles fósiles. Cuantísimas personas sin derechos laborales estarán siendo explotadas para que yo pueda tener un cajón enorme de bragas. En fin…
Menuda trampa nos hemos montado y cómo hemos caído en ella…
“No pienses en eso Míriam que te haces aún más mala sangre” me dicen las personas con su mejor intención, pero no puedo por menos que pensar que cada vez que el sistema nos aprieta un poco (aunque sea un poquito minúsculo) nos obliga a salir por narices por dónde él mismo quiere para perpetuarse en el tiempo.
Imaginad una nave industrial inmensa. No se distingue el final. Hay infinitas cajas enormes de madera, se alinean desde una punta a la otra. Infinitas cajas. Detrás de ti una puerta. Delante un tribunal. Tras él, una de esas cajas que resulta ser una suerte de piscina llena de agua completamente a oscuras.
Imaginad que eres una persona joven que acaba de estudiar. Te han dicho que tienes todo lo necesario para ser un submarinista experto. Entonces te enfrentan a la caja llena de agua completamente cerrada. Te dicen que puedes sacar la cabeza a respirar 5 segundos máximo cada vez, pero que si sales por el agujero que tiene el borde pintado en rojo van a torturar a una persona al azar a la que no conoces pero que es cómo tú: que sueña, que piensa, que ama, que se enfada, que se conmueve o que siente las injusticias y el miedo, eso sí, puede ser una criatura, una mujer, un abuelo, un bebé, un chico… cualquier edad vale.
No hay otra opción. Si quieres que tu familia/amigos/entorno coma o viva tienes que meterte en la caja. Si no, serán ellos los que mueran.
Obviamente te metes por elles y entonces esperas poder sacar la cabeza por algún agujero que no sea el rojo.
Te sumerges para que cierren la caja y cuando oyes el último clavo ya a penas te queda oxígeno. Vas buscando con las manos en la madera. Repasas hasta el último milímetro de la tapa. Sigues y sigues rascando ya con uñas y dientes porque te ahogas. Sientes de pronto que tu mano atraviesa y notas el aire. Acto seguido sacas corriendo la cabeza. No hay tiempo de nada, sólo te van a dejar salir 5 segundos. Te parece ver un matiz rojo. Respiras lo posible y de pronto notas una mano que te ahoga de nuevo y te deja bajo la madera.
Con el poco aire que has cogido sigues buscando, alejándote del agujero por el que has pasado buscando otro distinto. A punto de desfallecer de nuevo la mano atraviesa y la cabeza sale. Y otros cinco segundos en que ya ni siquiera ves nada, los ojos no puedes abrirlos y sólo quieres respirar.
Sigue el juego. Sigue el macabro juego, mil veces saliste y se dan cuenta que a penas puedes más asomarte a tomar aire y de que estás apunto de ahogarte.
Te abren la caja, te dejan en el suelo y no te queda nada. No tienes fuerzas. Tu cuerpo sufre el estrés vivido. La familia por la que hacías todo esto está ahora ya cada cual en su caja. Te los has perdido. De los amigos que estudiaron contigo no todos superaron el juego de la caja, otros están tumbados como tú con los pulmones destrozados o los brazos ensangrentados de arañarse en los brotes.
No entiendes nada. No comprendes nada. Ninguna otra especie del planeta se hace esto a si misma. Pero estás cansado de pensar. Ahora tienes tiempo pero no tienes fuerzas.
Entonces miras a tu lado y ves la tapa de tu caja. Aquella por la que sacabas la cabeza a respirar. Se te hiela el alma. Siempre hubo un solo agujero. Sólo uno. El rojo.
Eso es el mundo de hoy. Ojalá pronto nos demos cuenta.
¡Qué pesimista eres Míriam! No. Para nada. El vaso está medio vacío, sí, pero como dice Dr. Prats mientras escribo estas líneas, el vaso está medio vacío pero el otro medio nos lo hemos bebido a Sant Hilari. Coge eso que queda y dáselo a otra persona. No se trata de que haya vasos para todos si no agua para todos. Y eso pasará si estamos juntos. Si compartimos.
Sí, tengo mucho tiempo para pensar. Estoy enferma. Pero no soy menos persona por ello o tengo menos derecho a explicar lo que yo veo desde fuera de la caja. Y es que a los raros, a los lisiados, no nos dejan nadar, nos ahogaríamos a la primera y el juego no sería divertido. Así que nos toca ver como funciona todo desde fuera y aun así callarnos porque no valemos nada.
Si no eres capaz de sumergirte “por los demás” cómo vas a tener el más mínimo derecho a opinar. Si es posible, te van inyectando cosas para tenerte distraído o dormido o anulado. La excusa es volverte normal y que aproveches una caja para ti mismo pero no todos reaccionamos igual a las drogas. Por supuesto como estás fuera de la caja y además tomas todo “eso” lo que ves y gritas, que ya por sí es inválido por salir de tus labios, es aún menos creíble porque son alucinaciones propias de los estupefacientes.
Y aquí seguimos, viéndoos, viéndonos ahogarnos, viéndonos sufrir, viéndonos evitar constantemente la puerta que tenemos detrás. Solos esperando eternamente que miréis hacia aquí pero de verdad. Sin oír la voz del sistema. Aquí, a nuestro lado. Antes de que nos toque partir.
Mi hermano me recomendó una vez una película que si bien es brutal y brillante completamente entera, para mí da el mensaje más importante en las ultimísimas escenas. Se llama El rompenieves.
El cine, ese espacio seguro dónde sentir y vivir mil vidas, no perdemos tiempo si no que ¡lo ganamos! Como con un buen libro o una buena obra. El cines es, además, un refugio climático con aire acondicionado. Eso sí, cómo todo en esta nave industrial, un espacio reservado a quienes pueden pagarlo.
El cine. ¿Por qué será que es tratado como un arte de segunda para muchas personas? ¿Quizás porque nos puede hacer preguntarnos cosas a demasiados individuos y eso es un riesgo? ¿Por eso le quitamos credibilidad a la fuerza que nace de la pantalla?
Daría todo porque todas las personas del mundo parasen un segundo y miraran al cielo y viendo ese anillo de la Alianza que llevan en la mano pudieran oír claramente a Leia decirle a Rey: “Tenemos cuánto se requiere” cuando ella le pregunta “¿Cómo construímos una rebelión a partir de esto?”
Y es verdad que lo tenemos.
El único hándicap que tenemos para mejorar la vida de todos y todas, nuestra también, es nosotros mismos.
Cuando alguien se queja de que las condiciones de su trabajo son malas, fábricas a 50 grados en verano con jornadas de 8 horas que son como 100 horas sufridas en realidad, No es que sea vago, no es que sea follonera, no es que dé problemas. QUIERE UN CAMBIO A MEJOR. No le des la espalda, dale la mano.
Cuando alguien se queja de las imposiciones sociales que provocan TCAs sin fin y problemas de autoestima y amor propio, No invalides su experiencia, su lucha y su esfuerzo. Si tú eres feliz genial, pero esa persona no y TIENE DERECHO A SERLO, dale la mano.
Cuando alguien pone sobre la mesa cosas que como especie hemos ido aprendiendo, cosas que no fueron siempre así, que suponen una nueva perspectiva del mapa en que supone resituarnos y reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras decisiones, No luches contra la realidad. No hace falta que tú cambies pero no tienes porque humillar a quién intenta hacer las cosas de forma distinta a como se hacían antes. No te está pidiendo nada. Te está informando. ESTÁ HACIENDO EL MUNDO MÁS GRANDE, dale la mano.
Y así, unos con otros, con otras y con otres crearemos una cadena que ninguna caja podrá contener y libres, por fin, podremos decidir cómo hacer en la vida para que la mayor parte de nosotras sean libres de verdad y sus vidas sean dignas y felices.
“Buah ¡qué radical! Yo es que soy moderado”
Lo siento muchísimo pero vengo a descubrirte una revelación del presente moderno: No existe el centro. Como en casi nada.
Aún hoy pensamos en la tierra como algo enorme en lugar de como el minúsculo punto azul de Sagan. Creemos que el átomo es un círculo perfecto con un centro de protones y neutrones rodeado por electrones que dan vueltas perfectas cuando en realidad hay un universo entero en cada espacio de ese pequeño concepto. Necesitamos pensar que un animal no siente pero no somos capaces de cuidarlos desde pequeños y matarlos mientras les miramos a los ojos o, aún más simple, sentimos perfectamente el amor que nos da ese animal con el que convivimos, le vemos alegrarse y llorar y le vemos estar asustado y feliz y aun así… no somos capaces de ver más allá de la puerta de nuestra casa.
No hay centro por una razón muy simple. No hay verdades absolutas. Y por supuesto de la frase “siempre se ha hecho así” no nacen verdades, sólo costumbres.
No es que el átomo no sea como pensábamos porque sea cómo yo te diga hoy. Es que no sabemos como es. La tierra es apenas una mota de polvo en un Universo que no podemos abarcar. Las emociones y los sentimientos aún estamos aprendiendo cómo funcionan, aún estamos aprendiendo a convivir con ellos, a ponerlos en el centro.
Las cosas cambian siempre. Esa es la verdad. Por eso no hay centro. Porque no hay verdades en los extremos dónde situarlo.
No es sólo que no crea que estamos mal situados en la línea, es que no hay línea. <<No hay cuchara Neo>>.
El tiempo, o lo que nosotros entendemos y vivimos como tiempo, ese concepto que probablemente no sea más que una percepción que todos compartimos, nos da la sensación que fluye inexorable. A todos a la vez. Hacia delante. Ergo, en nuestra realidad los cambios van a llegar. No temas luchar por empujar hacia que ese cambio vaya en la dirección de un sueño que haga un mundo mejor para todes. No tengas miedo.
Y si lo tienes, al menos no nos obligues a quedarnos donde estamos porque no, la inmensa mayoría de las personas que existen sobre la faz de la tierra, el 99,9% no están bien dónde están ni cómo están.
Son esclavos de una Fé de un Dios que castiga (pon el Dios que quieras, todos sirven, para eso nos los inventamos), de un jefe que les maltrata (y cuya mayor victoria no es ganar la batalla si no conseguir que los y las trabajadoras luchen por él), de creencias que le torturan (que perpetuamos porque creemos que nos unen con nuestra familia, bandera, o ves a saber con qué), de estigmas heredados (dejando fuera a la mayor parte de las personas puesto que nadie escapa a sus tentáculos), de miedos heredados (a lo diferente, a crecer, a sumar, a soñar y a todo lo bueno que nos pueda liberar)… ergo de culturas heredadas. Porque sí, la cultura es también (y en un porcentaje altísimo) qué miedos alimentamos entre todos y con qué objetivo político/económico/social, así como qué odio, que prejuicios y que vergüenzas.
“La revolución no se hace sólo con esperanza” (sigo oyendo a mis egarenses de confianza). No remes si no quieres, pero no remes en contra. Y no, no hay centro posible.
El mundo cambia y fluye y varía y como decía Heráclito: La segunda vez que te bañas en un río ni el río es el mismo ni tú tampoco.
Entonces, si todo cambia, ¿por qué no hacemos que los cambios del futuro sean, por fin, a nuestro favor y no en nuestra contra?
Soñadora me llaman los mismos que cuando tienen que hacer un video, una ceremonia o un evento inspirador usan el Imagine de John Lenon. Y es que sólo el arte es capaz de llegar a quién somos de verdad.
Sí. Sueño. Si no soñara no podría soportar el día a día. Es insoportable. Si no sueño no podría seguir adelante.
“Eso es porque estás enferma”
NO. Todos los demás también se levantan a horas antinaturales, a hacer cosas antinaturales, a relacionarse de forma antinatural porque sueñan.
Todos los demás también sueñan: con un viaje, con ser más libres cuando los hijos crezcan, con mejores condiciones laborales, con la primitiva que echan el jueves, con conseguir unas notas buenas, con curarse, con curar, con un trabajo que les inspire, con el amor, con la amistad…
¿Por qué que yo sueñe que se cumplan los sueños de todos y todas vale menos?
¿Quién nos ha convencido que soñar es malo? ¿Quién nos ha convencido que hay sueños por los que vale luchar y sueños por los que no?
¿Por qué será que esos que nos dicen “que sí vale la pena cumplir” siempre dependen y valen dinero?
Es curioso.
Las manos, el apoyo y el cariño. Eso nos hace libres.
Un día de calor terrible, mis efectos secundarios dándolo todo y yo en un refugio climático como buena pijipi. Pero al menos que este rato sirva para algo. No puedo hacer mucho. De hecho, puedo hacer muy poco. Pero mi abuela Salud cuando escribía siempre me decía <<qué bonito niña, cuántas palabras y cuántas letras>> y sin darse cuenta me recordaba que no importa que sea pesada, que escriba demasiado largo o hable mucho, que es bonito no callarse.
Aquí, escribiendo, un 6 de agosto de 2024 previa crisis mundial por la caída de la bolsa de Tokyo o eso decían hoy, las crisis ya son el pan de cada día, mientras en África y Oriente Próximo los niños y niñas mueren ante las miradas atónitas, airadas o incrédulas de sus madres, padres y hermanos, y en mil lugares más del globo, cuándo debatimos horas por si detienen o no a Puigdemón, así nos calientan y nos roban tiempo de pensar en lo importante…
Mientras, las mujeres y hombres de casi todo el mundo luchan en Paris por medallas que valen tiempos y distancias que jamás pensamos que estuvieran al alcance de los seres humanos, a penas 4 años atrás hubieran sido impensables. ERAN IMPOSIBLES. Y HOY SON POSIBLES. Y cada 10 minutos en la televisión algún ser humano en los JJOO nos recuerda que no hay verdades absolutas en NADA.
Mientras todo eso y mucho más pasa pienso que ojalá algún día, alguien, lea estoy y mire al cielo y oiga a Leia: “Tenemos cuánto se requiere”.